Bajo la administración de Obama, Washington reconoció que China podría amenazar potencialmente la supremacía estadounidense en el mundo. Observando el surgimiento de Asia como el nuevo centro de negocios internacional más importante, Obama ideó una estrategia consistente en desplegar el 50% de la flota estadounidense en la región y negociar la Asociación Transpacífica. Esta política, descrita como el pivote americano en Asia, se basaba en el poder blando: frenar el ascenso de China sin golpearlo directamente.
Pero en los últimos tres años, las disputas entre Estados Unidos y China han crecido de manera constante. A medida que se intensificaba la guerra de palabras entre los dos países, el nacionalismo chino se volvió más vehemente. En los medios de comunicación chinos, China es retratada abiertamente como una víctima de la intimidación estadounidense.
La retórica antiestadounidense china es cada vez más virulenta. Algunos analistas instan claramente a Pekín a que adopte una postura más firme contra los Estados Unidos e instan a las autoridades chinas a que impongan un boicot a los productos estadounidenses, a que se deshagan de los valores del Tesoro estadounidense e incluso a que restrinjan la exportación de tierras raras.
El nacionalismo chino ataca todo lo que puede tocar. Los líderes nacionalistas tienden actualmente a percibir conspiraciones detrás de todas las acciones de Washington. La actual disputa comercial chino-americana representa para los nacionalistas chinos un recordatorio de la humillación que sufrió China frente a las potencias extranjeras en la época colonial. En otras palabras, los Estados Unidos están tratando de imponer condiciones desiguales a China como lo hicieron Francia e Inglaterra en el siglo XIX con tratados desiguales.
De hecho, los nacionalistas chinos están orgullosos de su gloriosa civilización que data de hace más de 5.000 años. También perciben los momentos más oscuros de la historia reciente de China como el resultado de la victimización que su país ha experimentado a manos del imperialismo occidental. Esta supuesta victimización comenzó en 1839 con la guerra del opio y terminó en 1949 con la llegada al poder del Partido Comunista.
La primera gran ola de nacionalismo chino ocurrió en 1919 con el movimiento del 4 de mayo. A continuación, los estudiantes protestaron contra la transferencia de territorios chinos a Japón a raíz del Tratado de Versalles. En 1921, este último fundó el Partido Comunista Chino. En este sentido, el Partido Comunista Chino es tanto un producto de la ideología marxista como del nacionalismo chino.
Aunque algunos expertos estadounidenses consideran que la indignación nacionalista en China está controlada o incluso provocada por el Partido Comunista, la situación es en realidad mucho más compleja. Las autoridades chinas están principalmente interesadas en mantener la paz interna y la estabilidad en el país.
Sin embargo, más que la ideología marxista, el nacionalismo es un factor poderoso para legitimar al régimen. Pekín también es consciente de que el nacionalismo es una fuerza que podría volverse contra el régimen. Sigue y trata de controlar, no siempre con éxito, los altibajos creados por los movimientos nacionalistas.
El desarrollo de Internet y los medios sociales se han convertido en los últimos 20 años en herramientas poderosas no sólo para facilitar el flujo de información, sino también para permitir que los chinos expresen abiertamente su ira. Sin embargo, los jóvenes chinos que viven en las ciudades son más educados y más nacionalistas.
El estreno el verano pasado de la película china Wolf Warrior II es sintomático del nuevo clima nacionalista que prevalece en China. Este éxito de taquilla se ha convertido en la película china más rentable de todos los tiempos. En toda China, los espectadores se levantaron repetidamente al final de la película para cantar el himno nacional chino.
Leng Feng, el héroe de la película, es un veterano de las Fuerzas Especiales del Ejército de Liberación Popular. Se convierte en una especie de Rambo chino que trabaja como guardia para una empresa china en un país africano ficticio. Sumido en una guerra civil, fue el único que derrotó a un ejército rebelde que intentaba tomar el poder con el apoyo de mercenarios occidentales. Una película así habría tenido poco sentido para el público chino hace diez o quince años.
El estreno regular de películas sobre la guerra de Corea en las que se describe a los estadounidenses como unos brutos cobardes y a los soldados chinos como héroes intrépidos es sólo otro aspecto del desencadenamiento de la propaganda nacionalista antiestadounidense que prevalece actualmente en China. Con estas emisiones, el gobierno chino ha abierto «un frente interno alimentando el nacionalismo antiamericano con una retórica estridente». También demuestra su determinación de poner fin a la guerra comercial chino-americana. Sin embargo, existe un gran riesgo de crear expectativas poco realistas entre el público chino.
Napoleón ya ha dicho que China es como un león dormido y que cuando se despierte, rugirá y el mundo temblará. Sin embargo, la administración estadounidense ha reavivado el nacionalismo chino de una manera desconsiderada. Las sacudidas de este gesto hacen que el mundo del mañana sea más incierto.
Gilles Vandal es profesor emérito de la Escuela de Política Aplicada de la Universidad de Sherbrooke.